Infiltrado en el KKKLan by Ron Stallworth

Infiltrado en el KKKLan by Ron Stallworth

autor:Ron Stallworth [Stallworth, Ron]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Ciencias sociales, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2017-12-31T16:00:00+00:00


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KKKOLORADO

Ahora, con Jim también infiltrado, la investigación parecía haber dejado de ser mi proyecto personal para convertirse en algo mucho más grande. El Posse Comitatus y el Klan estaban tratando de unir fuerzas, un matrimonio al que yo, claramente, me oponía. David Duke iba a dar un mitin en la ciudad en menos de un mes, y grupos anti-Klan como los Musulmanes Negros, los Panteras Negras o el PLP estaban preparando algo gordo como respuesta. Los teníamos vigilados.

El 16 de diciembre, el grupo anti-Klan Gente para el Progreso del Pueblo organizó una marcha de protesta en el centro de Colorado Springs a la que asistieron unas veinte personas. Gente para el Progreso del Pueblo no era el grupo mejor organizado del mundo, por decirlo suavemente, pero eran bienintencionados. La organizadora era un ama de casa de Colorado Springs que quería declarar su repulsa ante el odio racista presente en su comunidad. Caminaron por el extremo este de la calle Tejon, desde la calle Vermijo. Por el otro lado de la calle desfilaban, en sentido contrario, Ken O’dell, vestido con la túnica del Klan y portando una bandera confederada, y su segundo, Joe Stewart, quien llevaba una chaqueta con el emblema del KKK.

En un momento dado, Ken empezó a conceder entrevistas breves a los reporteros de prensa y televisión, diciéndoles que su intención no era generar conflicto. Incluso explicó la presencia de tan solo dos miembros del Klan como un esfuerzo por resaltar la naturaleza no violenta de la organización y también para proteger la identidad de sus miembros.

Yo me encargué personalmente de vigilar la marcha, caminando al costado de Ken y Joe, lo suficientemente cerca como para escuchar sus conversaciones. En más de una ocasión, me reí para mis adentros al pensar en que aquel «Ron Stallworth» con quien Ken hablaba tan a menudo por teléfono estaba a menos de un metro de distancia y él no tenía la menor idea de cómo se la estábamos jugando a él y a sus secuaces. Yo miraba constantemente a mi alrededor, atento a que no apareciera alguien conocido y me llamara «detective Stallworth» o «Ron Stallworth» en voz alta, lo que alertaría a Ken y le haría preguntarse por qué este policía negro se llamaba igual que el miembro del Klan al que había elegido personalmente para sustituirle como organizador local. Mantuve la boca cerrada y traté de pasar desapercibido durante la marcha. En realidad me encantaba la paradoja de que yo, «un miembro del Klan leal y entregado», estuviera a tres metros del hombre que me había recomendado como su sustituto.

Durante la marcha, sucedió algo que me llegó al alma. Fuimos testigos de un nuevo día y de una nueva actitud hacia el Ku Klux Klan. Mientras estaban detenidos frente a un semáforo en rojo, un hombre negro que llevaba a su hijo de cinco años de la mano se quedó parado entre O’dell y yo. El niño miró a Ken con curiosidad, lo señaló y le preguntó a su padre: «Papi, ¿por qué va vestido tan raro ese señor?».



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